Cuando la fe y el poder se confunden: el caso del Sodalicio en Perú

Celam

El escándalo en torno al Sodalicio de Vida Cristiana sigue generando preguntas profundas sobre la relación entre la religión y el poder en América Latina. A través del ejemplo de Perú, este caso revela las conexiones políticas y económicas de una organización religiosa en el corazón de un sistema influyente.

Una organización con ambiciones espirituales y temporales

Fundado en 1971 por Luis Fernando Figari, el Sodalicio de Vida Cristiana se consolidó rápidamente como una fuerza significativa en la esfera religiosa peruana. Con su ideología conservadora y vínculos estrechos con figuras de derecha, el grupo extendió su influencia mucho más allá del ámbito espiritual.

Reconocido por el papa Juan Pablo II en 1997, esta comunidad católica prosperó gracias a sus relaciones con las élites políticas y financieras. Sus miembros, a menudo bien posicionados en los círculos de poder, se presentaban como defensores de los valores tradicionales, enfrentando lo que consideraban amenazas ideológicas, como la izquierda política.

Sin embargo, detrás de esta fachada de rigor moral, las prácticas internas del Sodalicio comenzaron a levantar sospechas. Su fundador y varios líderes fueron acusados de establecer un sistema autoritario que combinaba obediencia ciega con abusos físicos, psicológicos y sexuales.

Poder, abusos y silencio

Para muchos críticos, el silencio que rodeó los abusos dentro del Sodalicio tiene raíces en sus relaciones cercanas con las esferas de influencia en Perú. Acusaciones apuntan a una cultura de impunidad alimentada por alianzas estratégicas con políticos e instituciones económicas.

Las víctimas y sus defensores denunciaron repetidamente la inacción de la justicia peruana frente a los hechos. Según Pao Ugaz, periodista y coautora del libro Mitad monjes, mitad soldados, los vínculos del Sodalicio con el poder explican por qué sus denuncias fueron ignoradas o minimizadas durante años.

Estas revelaciones plantean una cuestión fundamental: ¿cómo pudo una organización religiosa evadir las consecuencias de sus actos gracias a su red de influencias?

Una disolución llena de simbolismo

Al disolver oficialmente el Sodalicio, el papa Francisco envió un mensaje claro contra la tolerancia hacia los abusos institucionalizados. Esta decisión, inusual para el Vaticano, podría marcar un punto de inflexión en la forma en que la Iglesia católica gestiona sus relaciones con comunidades religiosas involucradas en escándalos similares.

Esta medida también abre un debate más amplio sobre la responsabilidad de las instituciones religiosas cuando ejercen influencia política. En Perú, podría fomentar una reflexión sobre la separación entre las esferas religiosa y estatal, en un país donde la fe juega un papel central en la vida pública.

Un capítulo que termina, lecciones por aprender

La caída del Sodalicio ilustra los peligros de las colusiones entre el poder religioso y político. Si bien esta disolución marca el fin de un capítulo oscuro en la historia de la Iglesia en Perú, también deja muchas preguntas pendientes: ¿cómo evitar que se repitan situaciones similares? ¿Qué apoyo se debe brindar a las víctimas que aún buscan justicia?

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Fuente: BBC Mundo

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