Un tipo de conexiones a la vez que de cercanía con su pueblo, Víctor Manuel Fernández, diocesano de La Plata (Argentina), es un apreciado escritor espiritual. “La pandemia no nos hará mucho mejores si no nos volvemos DETALLES mucho más solidarios ahora”.
Desde el número 24 de Credere, en los quioscos a partir del 11 de junio, se lanzará una colección de reflexiones espirituales firmada por él titulada «El Camino a la Flexibilidad»
Prefiero la paternidad del ADN del párroco al poder del obispo
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Usted es teólogo y también estudioso de la Biblia. Escritor de más de 300 libros, Monseñor Víctor Manuel Fernández asegura de sí mismo que tiene «corazón de poeta y de educador». En la práctica, una mezcla entre verso y realismo. Es extremadamente activo tanto en Twitter como en Facebook.
Vive su episcopado como una solución exigente, tiene un par de grandes amigos. Apoyado por el entonces cardenal Bergoglio, venció la desconfianza de quienes no lo querían al frente de la Universidad Católica Argentina. Pensó en el «teólogo del Papa Francisco», dado que en 2018 ha sido arzobispo de la importante diócesis argentina de La Plata.
Como Bergoglio, ella también es argentina pero con un tablero de sangre italiana. ¿Quieres hablar de eso?
«Sí, nací en Alcira Gigena, una comunidad de 5.000 habitantes en el partido de Córdoba, en el interior de Argentina. Mi padre, Emilio, era un hombre sumamente culto, poeta, tocaba el saxofón y el contrabajo, así como una excelente comida española preparada.
Mi madre, Yolanda Martinelli, era una señora muy sencilla que trabajaba en el campo y también preparaba excepcionales platos italianos.
Maduré bien alimentada y con una combinación sana y equilibrada de verso y también de mirada realista. Alcira Gigena fue fundada por inmigrantes piamonteses, además de mis abuelos maternos (Martinelli-Ficosecco), que eran originarios de Macerata. La mayoría de nosotros nos reconocíamos».
¿Cuándo escuchó el nacimiento del trabajo religioso?
“Ya de niño me gustaba meditar en la Palabra de Dios. El cura de la iglesia me había prestado el truco de la iglesia así como yo iba todas las noches a repasar la Escritura del día para orar.
Por esta misma razón, después de mi ordenación, me fui a Roma a investigar Escritura Espiritual, mi trabajo fue naciendo paulatinamente, con diferentes indicaciones, lo que más me motivó fue una información de mi párroco: cuando supo que había un enfermo en el pueblo, no podía relajarse hasta que le permitieron verlo.
- Tal interés injustificado, por personas que podrían morir rápidamente y que ciertamente no podrían pagarle por su acción, me reubicó.
- Sin embargo, dudaba y tampoco podía calmarme. mi vida. Un día fui al patio, entre las aves, ahogué un tronco y le pedí a Dios que me diera una respuesta.
- Abrí la Biblia y lo primero que vi fue la palabra «Sígueme». No he tenido ninguna duda desde entonces».